Serenata

Su respiración se volvía acompasada, aun si quitarsele lo rojo por aquella escena, verle hacerlo con tanta maestría, como sentirle claro, jadeaba muy bajito, tomandole de los cabellos suavemente, recargandose con uno de sus brazos, abriendo las piernas para dejarle más espacio de trabajo.

-ah.. Eres grandioso... gatito renegón -sonrió de lado

Retiró algunos mechones que le estorbaban para verle mejor, un poco más y se sentiría perdido, apretó un puñado de plumas, soltando un leve gemido, esa boquita le estaba llevando al cielo de nuevo, aunque... siendo sinceros también le daba demasiado morbo sabiendo que era su estudiante, aun por la diferencia de edades reales, no significaba que dejara de serlo.

Le agrado cuando acaricio sus cabellos, dándole a entender que el agradaba lo que estaba haciendo y comenzó a lamerle mas fuerte, quería sentirle venirse en su boca, debía de sentirse tan rico como se decía. Lo saco de su boca, para poderle ver, pero masturbándole con sensualidad, mirándole a los ojos

-Jamás nadie se ha venido en mi boca, me daba cosa. No lo se, todos los tarados con los que me he acostado son solo eso, tarados con los que me he acostado. Y jamás me dio ganas ni de darles sexo oral, pero creo que es diferente cuando se trata de la persona que amas, como dice uno de mis hermanos.

Sin parar de masturbarle, volvió a chupar la punta, recogiendo cada gota del pre semen que salía del miembro de Caym, sacándolo de su boca y metiendo uno de sus testículos, chupándole con fuerza, quería llevarle a la gloria y de paso a si mismo. Volvió a jugar con su boca y su lengua en el miembro del mayor, bajando su manita a su propia erección, masturbándose, pero sin dejar de sacar y meter el miembro del castaño de su boca

- Entonces donde diablos aprendiste hacerlo tan bien?? -soltó con una sonrisa

Es que más podía decir!, tenía una boquita prodigiosa, se sentía tan terriblemente rico, se acomodó mejor, sentandose sin quitarle mucho espacio para que siquiera con esas deliciosas lamiditas, haciendole gemir a cada sorpresa, extiró su brazo hasta alcanzar su anito, aun dilatado... bastante húmedo por su semen que ya salía por el, le medió dos de sus dedos, moviendoles al tiempo que le hacía aquel experto sexo oral.

-Eres tan hermoso, cosita bella -le sonrió dejando su mano libre sobre su cabeza

Enredando sus cabellos entre sus dedos, moviendo su cadera por puro instinto, aunque sonara extraño necesitaba de ese niño como agua.

Dejo lo que hacía para poder soltar un gemidito de placer cuando adentro sus dedos en su ansioso anito, moviendo su caderita también, volviendo a su delicioso trabajo. Su manita sobre su erección también se movía ansiosa, sintiéndose humedecerse ya y dejo lo que hacía unos segundos, para verle a los ojos y soltar una risita

-Si alguien entrara y viera esta escena, se moriría de derrame nasal, mi amor

Le dijo para apretar sus esfínteres y gimiendo con lo rico que se sentía de tener esos dedos dentro de su ansioso y goloso anito. Comenzó a meterlo y sacarlo de su boca con mas ansiedad, soltando mordiditas a todo el largo, teniendo cuidado de no usar sus colmillos. Succionaba con fuerza, ansiaba ya probar la semilla de su amado y de paso ya venirse, se sentía cercas, como los ligeros hilos de pre semen le mostraban en su manita

-ah... ah... y luego me despediran -soltó con una risa entrecortada

La mano que tenía sobre la cabecita de Henry le hacía guiarle áunque no había mucha necesidad, ya que el pequeño tenía una habilidad mágico que hacía deshacerse en placer puro, aunque eso no significaba que dejara de provocar ese anito que no le dejaba escapar. Le penetraba con fuerza mientras más cerca se sentía del segundo orgasmo de la noche.

Intentó soportar un poco más, pero su erección gritaba por venirse de una vez, y no le pudo controlar, adentrando sus dedos lo más profundo, gimiendo con fuerza para llenar esa preciosa boquita de su caliente semilla.

-Ah... Henry... te amo

Apenas alcanzo a tragar la cálida semilla de su profesor al momento que gimió suave cuando se vino el también, manchando las sabanas y su mano. Se lamio la comisura de sus labios ante algunas gotas de semen que escaparon y se tiro a lado de Caym, abrazándole de la cadera mimoso y cubriendo sus cuerpos con la sabana, usando el pecho del otro de almohada. Sonrió, sintiendo pequeños escalofríos ante todo lo que habían pasado y aun más de estar en esa cama con el castaño

-Y te negabas a esto? La hemos pasado de maravilla, estamos relajado al extremo y nada malo paso, vez? No hay gritos, ni una carta de despido. Solo tu, yo y sabanas sucias…Y creo que de ahora en adelante te mirare aun más que antes en clases, profesor